León, pero sin ira

Confieso que por poner no me pone nacionalismo alguno. Ni grande ni pequeño. Desde hace décadas miro con desdén a los voceros de las patrias varias que nos perturban con soflamas de odio, manifiestos y actos violentos. Tengo el convencimiento de que nada puede encadenar y envilecer más a los hombres que una frontera.

Los instigadores intelectuales de las amenazas y los actos violentos ocurridos, respectivamente, en los días previos y el mismo día de la celebración de la fiesta de Villalar en Leóntienen nombre y apellidos. Hace tiempo que algún político local hace méritos más que sobrados para llenar de bilis algunas de las cabezas huecas que integran los grupos leonesistas más radicales.

La imagen de la ciudad no gana simpatías con estos alborotos callejeros y con las frecuentes asperezas nacionalistas que de forma pública regala el primer edil de la capital leonesa. Hace tiempo que el alcalde juega con el fuego del Valladolid nos roba o con las cantinelas de quien le escribe la historia para hacer de la misma un arma de destrucción política de los contrarios.

Por mucha patria que coman los que viven, cobran y sueñan con dotar a León de un reino, esta tierra no se merece soportar ni la ira ni las aburridas cantinelas de los oportunistas.