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El arduo viaje de Salvador Simó con 'Dragonkeeper': "Trabajamos 20 horas al día, dormíamos cuatro y porque no había más"

El realizador de 'Buñuel en el laberinto de las tortugas' dirige la primera gran coproducción entre España y China, una película de animación con un complicado proceso de trabajo dilatado a lo largo de los años

Fotograma de 'Dragonkeeper: guardiana de dragones' / ACONTRA

El 20 abril del ya lejano 2017, Variety informó en exclusiva del desarrollo de Guardiana de dragones (Dragonkeeper), una película de animación basada en una saga de libros de la escritora australiana Carole Wilkinson. Coproducida entre China a través de China Film Animation, y España mediante Dragoia Media, Movistar Plus y Atrasmedia Cine, la película ya era todo un hito desde su concepción, pues suponía la primera gran colaboración cinematográfica (se estima que su presupuesto ha sido de unos 25 millones de euros) entre ambos países. Casualidades de la vida, la película llega ahora a salas un 19 de abril, casi en la efeméride de ese anuncio inicial, pero siete años más tarde del mismo.

"Ha sido muy cansino", admite Salvador Simó sobre el proceso de realización de la película. El cineasta figura como codirector junto al chino Jianping Li, aunque al comenzar el proyecto su labor estaba enfocada al diseño de los personajes. Ignacio Ferreras, director de Arrugas, iba a ser inicialmente el realizador de Dragonkeeper, pero dejó el proyecto en 2019 y el productor Manuel Cristóbal acudió a Simó, experimentado en la animación y director de su película más reciente, la premiada Buñuel en el laberinto de las tortugas.

La pandemia de COVID-19, manifestada en sus distintas oleadas y con un estrictísimo protocolo de actuación en China, fue el principal escollo de una producción ya de por sí condicionada por la distancia física e ideológica entre ambos países. "Trabajamos 20 horas al día, dormíamos cuatro y porque no había más", explica Simó, que detalla cómo "no podíamos parar la película, así que tuvimos que rehacer todo el pipeline y la estructura de producción para que pudiera trabajar en casa todo el equipo".

Cuando el país asiático entró en las semanas más criticas de COVID-19, el equipo español tuvo que asumir también sus tareas: "Una película de animación ya de por sí es un proceso largo, pero cuando tienes dos pandemias en medio se hace eterno", confiesa el cineasta catalán, que indica cómo las distintas oleadas les "comieron un año y medio o dos de producción".

Después de tantas horas de trabajo, la película vio por fin la luz en el Festival de Málaga, donde hizo historia como la primera cinta de animación inauguradora del certamen, a modo de confirmación de la aparente buena salud del cine de animación en España, evidenciada recientemente por la nominación de Robot Dreams en la pasada edición de los Oscar. No obstante, pese a los halagos de la crítica y de la academia, la película de Pablo Berger no logró atraer al público a las salas para sorpresa de muchos como el propio Salvador Simó, que cree que "hay mucho prejuicio aún contra la animación como algo sectorial para niños".

La propuesta de Dragonkeeper para atraer precisamente al público a las salas es más accesible, eso sí, que la de Robot Dreams: un viaje al estilo "de las películas de aventuras de los años 80 y 90, aquellos Goonies, Gremlins, Indiana Jones y todo esto", según explica Salvador Simó. La película presenta a Ping, una niña sirvienta en la China imperial durante la dinastía Han en un mundo donde existen los dragones, que son perseguidos y encerrados en mazmorras tras haber sido antaño amigos e inteligentes aliados de las personas. Un día, Ping conoce en su fortaleza al último de los dragones, a quien ayuda a escapar para embarcarse en una misión en busca del último huevo de dragón, que ha caído en las manos de un malvado hechicero.

Salvador Simó expone que la película trata de invocar el espíritu de clásicos del cine de aventuras al priorizar por encima de todo el relato. A ojos del director de Dragonkeeper, "la mayoría de películas de animación por grandes productoras se preocupan mucho del humor", por lo que ha querido diferenciar su película del resto, construyéndola como "una película de aventuras con pinceladas de humor" y no al contrario.

Dragonkeeper busca también alejarse de otros estudios desde el propio estilo de animación, descrito por Simó como "un poquito más realista que las películas que podemos estar acostumbrados a ver tipo Pixar o Disney, donde todo es un poco más cartoon". "En esta película hemos intentado que la actuación de los personajes sea un poco más realista, que se muevan menos y que la audiencia pueda llegar a conectar con su pensamiento", detalla al respecto.

La obra puede parecer en primera instancia un giro sorprendente en la trayectoria de Salvador Simó tras Buñuel en el laberinto de las tortugas, una propuesta mucho más personal y adulta que adaptaba la novela gráfica homónima de Fermín Solís sobre el rodaje de Las Hurdes en Extremadura. En realidad, supone un regreso del director a sus orígenes en la animación más comercial, a la que llegó durante los años 90. Aficionado desde siempre a los dibujos, se apuntó a un curso de animación mientras estudiaba derecho en Barcelona y encontró el oficio en el que quería trabajar durante el resto de su vida. "No había escuelas en ningún sitio, con lo cual, con prácticamente una mano delante y otra detrás, me fui a Los Ángeles y allí estuve trabajando con Bill Meléndez haciendo Charlie Brown", recuerda de una época donde "no tenía dinero tampoco para pagarme la universidad de CalArts, que era la única universidad que había de animación y aprendí trabajando, como aprendíamos todos en aquella época". Desde ahí, muchos años en la animación tradicional en distintos proyectos y otros tantos en las áreas de efectos visuales de sagas como James Bond o Las crónicas de Narnia. "Para mí el reto de verdad fue en Buñuel, cuando empecé a dirigir mi primera película de animación, donde realmente era una película más de autor y por la que tengo que agradecer a Manuel Cristóbal que me empujara un poco fuera de mi zona de confort a buscar mi propio lenguaje y mi propia manera de contar la historia".

Simó explica que cuando asumió la dirección de Dragonkeeper "llevaba un buen bagaje en la mochila, pero para mí afrontar esta película fue más el reto de poder contarla para todos los públicos y sobre todo, para un público al que yo creo que hemos intentado respetar mucho, que es el público juvenil o público infantil". El cineasta catalán explica que "muchas veces en las películas de animación estamos acostumbrados a vomitar la información encima", por lo que recuerda su particular "batalla con los productores" por dejarle espacio a los jóvenes espectadores para que pongan "un poco de su parte para acabar de entenderlo todo".

El acuerdo de adaptación de las novelas de Carole Wilkinson contempla la posibilidad de realizar más películas que conviertan a Dragonkeeper en una saga cinematográfica. Pese a la laboriosa producción, Simó deja abierta la puerta a volver a trabajar en las posibles secuelas: "Dependerá un poco de los productores y dependerá también un poco de cómo vaya esta película si después se puede hacer la segunda y la tercera, pero yo encantado y si me llaman, pues perfecto".

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