La puerta a la inestabilidad

Redacción

Es comprensible el enfado monumental que experimenta el presidente del Gobierno con el hecho de que el Partido Popular haya entrado en un terreno tan sucio como apoyar la demanda judicial contra su esposa presentada por un conocidísimo grupo ultra, sospechoso en repetidas ocasiones de corrupción, llamado Manos Limpias, jaleado por grupos mediáticos de parecido currículo. Dicho esto, hay demasiadas cosas en juego en este momento en España como para abrir una puerta a la inestabilidad. Y si Sánchez presentara su dimisión irrevocable se abriría un larguísimo periodo de inseguridad, con un escenario parecido en las formas, aunque afortunadamente no en la situación política, al de la dimisión de Adolfo Suárez. El rey tendría que preguntar a los distintos grupos parlamentarios y, en el caso de que un candidato socialista volviera a reunir suficientes apoyos, dar paso a una nueva votación en la Cámara. Superada esta, lo normal es que el nuevo presidente, o presidenta, respetara los plazos establecidos por la ley y convocara nuevas elecciones generales. Es de suponer que Sánchez tiene en la memoria el caso de su colega portugués, Antonio Costa, que abandonó el cargo a la primera acusación, falsa, de corrupción, pero en España la situación política es más complicada, con dos elecciones en marcha, las catalanas y las europeas. El teléfono del presidente debería estar ahora echando humo con llamadas pidiéndole que no lo haga.