Garbiñe era algo mejor que perfecta

Adolfo Suárez no leyó un libro gordo en su vida, pero fue mejor político que cualquier pollo que sale de Princeton con un máster. Miguel de Cervantes era un pesado pasado de moda cuando tuvo el mayor éxito de la literatura universal. Y un muchacho bastante repelente llamado Arthur Rimbaud iba a hacer por la poesía lo que no hicieron todos los graves miembros de la Academia de su tiempo. La vida tiende a premiar un pequeño margen de imperfección, como vemos en esas señoras que llegan a los cien años sin perdonar un empujoncito de whisky cada día.

El deporte es uno de los lugares donde más nos consuela esa arbitrariedad de la vida. Maradona era perezoso y pendenciero, como mínimo, pero nadie tiene su leyenda. Messi carece del físico de Robocop de Ronaldo pero su arte siempre le superó. Y mientras Armstrong causaba pasmo con sus victorias, quien nos enamoraba era Marco Pantani con sus sufrimientos.

Acaba de retirarse Garbiñe Muguruza, que lo ha ganado todo sin dejar de ser tan humana como para poder tener altos y bajos, vulnerabilidad y dudas e incluso saltarse la dieta alguna vez. Es una gran lección para los que son perfectos y una gran satisfacción para los que somos imperfectos. Tú te matas con el ironman y miras con escándalo a quien se bebe una cerveza sin contar las calorías, pero -al final- es la chica del coulant de chocolate quien se lleva Wimbledon y Roland Garros. Feliz viernes.